A menudo me encuentro con una sucesión de conversaciones ya sea con terceros o en mi propio ser en que un lenguaje novedoso se hace propio del espacio, permitiendo una atmósfera permisiva a un estado distinto.
Así, me descubro en la duda interpretativa, si soy yo quien se expresa. Evidentemente lo soy, aunque las aristas de esta observación son la que dan origen al pensamiento. Cada vez que atravieso este espacio, ya sea desde un seminario, lectura, diálogo, disertación, entrevista o simplemente la llegada de un pensamiento, mi ego me recuerda desafiante si me dirijo desde un estado de coherencia o bien he adquirido una nueva herramienta discursiva que no deja de ser un camouflage de la certeza que solo otorga el momento que regala la soledad en silencio, sin ruido interno que perturbe la llegada a la propia mismidad.
Desde esta reflexión, pensamiento en voz alta, surge la necesidad de aclarar el concepto.
Gran parte de la metodología que habita en el abordaje holístico tiene el riesgo innato de ser sometida al enmarque que le proporcione nuestro ego, distanciándose de su objetivo y con proximidad a que no se trate de una mirada distinta de las cosas. Digo con esto que a medida que incorporamos un nuevo lenguaje, al cual nuestro ego lo posiciona, le resta potencia de inclusión, del mismo modo que el pensamiento antagónico que sustenta la necesidad de un abordaje distinto y le otorga la génesis a esa corriente espiritual.
Inmersos en un lenguaje nuevo nuevas conexiones neuronales realizan nuevos caminos para conducir al mismo sitio sin resultado de cambio.
De que sirve posicionarse conscientemente en la espiritualidad si continúo juzgando, comparando, priorizando, procastinando… Permitiendo que mismos sitios que habitan en mi inconsciente tomen el mando y vuelta a empezar.
Inmersos en este bucle creemos estar en estado de consciencia cuando nos encontramos apenas en la Fosa de la Espiritualidad, algo así como el purgatorio donde expíamos nuestras carencias a lo largo del tiempo con la certeza egoica de que ya somos espirituales, cuando en realidad lo somos desde la matriz misma de la que estamos hechos.
En la fosa pasamos el tiempo Chronos a la espera de la divinidad que otorga el Aión permitido desde el Kairós. Esta es la secuencia única que se me ocurre lógica para arribar a la etapa conclusiva de encuentro en el Ser.
No existe otro camino y mucho menos será espontáneo como si de azar se tratara. La llegada a la consciencia es a través de la mano de un maestro que es el único con el don de encender la luz interior y permitir el pasaje.
En vano dedicamos tiempo a seminarios y formaciones y a discursar acerca de nuevas creencias que solo maquillan la compleja maquinaria que se debe poner en marcha cuando se trata de la apropiación de contenidos inconscientes.
El holístico debe comprender que su génesis no es excluyente, no se trata de una corriente de pensamiento antagónica de un estilo capitalista que sí lo es. Pensar en antagonismos es intentar homogeneizar y esto disipa el contenido de la «sombra» del corpus social en el que estamos inmersos. El abordaje holístico necesita de la sombra y su conocimiento, la negación del mismo nos posiciona en el mismo sitio de exclusión de una parte, a la que necesariamente debemos integrar para que desde su inclusión, ahora con otra percepción pueda formar parte de un todo. No podremos avanzar sin la integración y conocimiento de nuestra propia evolución, allí se encuentra el mejor libro, a través de lo vivido en nuestro principio civilizatorio está la esencia misma de nuestro ser. La aceptación y acogida de nuestro todo es lo que le otorga velocidad a nuestra estancia en la fosa espiritual, y desde esta preparación la llegada del maestro será inminente, ya que bien sabemos que el universo acomoda lo necesario para cada proceso evolutivo .