DAD AL TRONCO LO QUE ES DEL TRONCO

ANÁLISIS DE TRANSGENERACIONALIDAD

A ver….

En enero de 1872, según reza la crónica, un italiano, casado que regenteaba una pulpería metida en el profundo campo, cercano a la nada y a kilómetros de Tandil rechaza su segura muerte merced a la astucia, instinto y valiente decisión.

Su mujer escucha de voz de un parroquiano, que una banda de forajidos que asola la región vendrán a por ellos a asesinarles, movidos por ser bandidos y fundamentalmente el odio regado de locura y alcohol de su jefe a los inmigrantes y a los masones.

Rápidamente ese italiano montó a caballo y atrajo a otras familias, paisanas, extranjeros como él y que podrían correr la misma suerte , para unirse y rechazar la banda. Así sucedió en aquel enero, y tras apostarse en la terraza de la pulpería y con sus armas en mano velaron la noche hasta que se presentó la banda y fueron rechazados, hecho este último que culminó con la huída de la banda liderada por el tristemente célebre Tata Dios y la masacre posterior en Tandil dejando 36 muertos. Imagine aquí el lector la repercusión que tiene un asesinato de esta índole, que moviliza el ejército local fortalecido entonces, ya que en aquellos tiempos la región necesitaba consolidación tras los ataques de los indios y la ley intentando establecerse con el armado de poderes de la época, recordemos que tan solo han transcurrido 56 años de aquél mítico 9 de julio en Tucumán donde se inscribe la Independencia de Argentina.

De este matrimonio devienen hijos. Uno de ellos , hecho al campo como la mayoría conocerá una mujer con la que contrae matrimonio y entonces llegan 10 hijos; alguna gemela queda al nacer y a saber abortos. Siempre al campo . Con el paso de los años este matrimonio incorpora mano de obra, natural para la época y aún hoy, que les llevará la vida de uno de los varones en un macabro accidente con un caballo desbocado. Primera víctima del clan.

En el campo la dureza de la tarea y el alcohol por las noches condicionan una atmósfera de vida que marcará sin lugar a dudas al clan. Como sus ancestros cumplirán con el deseo de salir a las ciudades para emprender un destino mejor que el que les espera en esa vida, y así en juventud comienzan a emigrar y emparentarse. Conocen esposas y esposos y comienzan a establecerse

Deviene la segunda víctima del clan. Ahora una de las hijas fallece trágicamente al quedar enganchado su tacón en la rejilla del último escalón de un vagón de tren al intentar bajarse, presa de su emoción con el tren aún en marcha.

Hasta ahora dicho clan realizó 2 movimientos cíclicos. En el primero la vida de campo se cobra uno. El segundo en una vida de ciudad va el segundo miembro.

Se desarrolla la vida de ciudad para estas ya ahora familias, con éxito y buena repercusión social. Los varones no solo son reconocidos en sus trabajos o áreas de influencia, sino que logran también en los foros sociales del momento (a saber Clubes, colegios…) un alto grado de aceptación y jerarquía. Aquí necesito aclarar que en las décadas del 30-40 la escolarización de un medio rural era más por el boca a boca que por la permanencia en un sistema educativo, la distancia a los colegios y el ir en caballo o carro , teniendo que volver, en esos crudos inviernos en los que tanta mano de obra hace falta para tener todo en su sitio. No solo se trabajaba en el campo que regenteaban, también se iba a la cosecha de algún vecino, con tal de hacerse de unos pesos la voluntad se ajustaba. El régimen de vida familiar en ese entonces, de como se dirigía un jefe de clan, alcohólico a sus hijos: exigencia para el trabajo y fusta para que entre la letra. Deviene gente ruda hecha al trabajo como marca este estilo ya que de todos sus hijos hicieron verdaderas máquinas laborales, desconociendo el cansancio y entregados a la tarea que desarrollan en sus vidas cada uno se encargará de dar lo mejor de sí en lo que realiza. El alcohol seguirá goteando su verdad y camino para los varones, dejando con secuelas de una hemorragia cerebral a uno de ellos, que años después interrumpirá esta forma de vida con un suicidio por ahogamiento en una playa de la que ahora era su ciudad, y muerte segura a los dos últimos integrantes varones.

De estas ahora familias una casi veintena de descendientes acude a estudios completos, algunos universitarios, y siempre con un amor al campo del que se marcharon sus padres. A pesar de la decisión de salir del campo, todos mantuvieron un vínculo estrecho con este tipo de vida, merced a que algunos desarrollaron sus vidas allí mismo por no haber emprendido el camino de la ciudad o la reunión en esos parajes maravillosos era suficiente motivo. El campo y su vida es hermosa para quien la contemple como esos niños y adolescentes que andaban a caballo, interactuaban con animales y la naturaleza. Conocen casi sin excepción el castigo también como parte génica de un transgeneracional que se resiste.

Algunos de los primos varones, cuarta generación de aquel italiano valiente, sucumben también a la bebida . Uno de ellos con fascinación por las armas, aunque nunca portó alguna ni tampoco disparó a nadie, pero con varias armas en su poder, probablemente encontrara la sangre de aquel bisabuelo que defendió su progenie , otros serán médicos, de ellos uno culminará y realizará por completo su vida médica en la atención del paciente crítico, de una urgencia hospitalaria….. donde van los heridos. Así el árbol repara, sin estridencia, pero con exitoso sigilo. Otro atenderá desde el espacio laboral, la implicancia que deviene en enfermedad desde el trabajo y una última, amputados ….. que me exime de aclaración toda vez de la información vertida de las dos primeras muertes del clan.

Ahora bien, del otro árbol hay una familia gallega, con 11 hijos, nacidos en mismas décadas. Les llega la Guerra Civil , con la menor en 8 años al inicio. Sobrevivirán al horror, prestando hijos varones al frente, y con la nada como patrimonio se mal alimentan durante el período

que dura la barbarie. Como tantos gallegos uno primero , otro después, emigran a Argentina. Allí en un barco hacinados, y durante semanas de interminables vómitos llegan las 2 últimas hermanas. Algunos quedarán en España, para no verse durante decenas de años. Necesito recapacitar sobre lo que implica vivir una guerra civil de la modernidad, aunque más no sea otra más. La separación de familias, ya sea en el frente de batalla o mar por medio. La fragmentación en vida. La tragedia que implica para el inconsciente el vivir lo que en el imaginario estaba después de la vida.

Toca trabajar como trabaja cualquier inmigrante, solo que traspolado a los inicios de la década del 50. Hasta la misma etnia, esto es gallego sobre gallego, se encuentra a la tarea de la explotación. Cierto es, y honra mucho a la raza, la colaboración y arraigo fue posible por la inmensa mayoría de gallegos acogedores de sus propios hermanos. Las hermanas trabajaran sin descanso, de camareras de piso de un hotel lavando con sus manos por las noches, a la luz de la luna las sábanas del hotel para hacer un extra con el que juntar unos pesos para traer a otro pariente desde España. Así transcurre la historia de estas dos familias, se cruzarán en la menor de España, y el varón de trágico futuro venido de la otra casa

Cada uno se mezclo con cada quien en estas dos casas y muchas otras se abrieron, pero a mí me toca la de esta gallega, sin escolaridad también, encontrada con aquel hombre. Fueron mis padres.

Del amor nacido entre estos dos inmigrantes. Con boda en la catedral , fotos y fotos con todo el clan reunido. Aún recuerdo la belleza de mi madre en aquel momento y el porte erguido de aquel padre. Fotos. Fotos en blanco y negro tantas veces re-vistas. De tan pobres y duras infancias cala hondo el trabajo que forja la unión, a la que sumarán ambos hijos varones a la fuerza laboral a muy corta edad. Mis primeros tres años transcurren dentro de un Club. Allí mis padres con mi hermano de tres años, tras el primer emprendimiento hecho en fracaso rotundo. Habían viajado con mi hermano en poco más de un año a Santiago del Estero. En ésta árida región llevan un campo con un obrador de leña, esto es con tala de árboles, producto de una inversión de un médico local y que prometía grandes resultados; culmina en vuelta a la ciudad a comenzar de cero, o menos algo. De allí, para mí no venido, existirá un vínculo con ese médico que solo conozco en mis dolencias y alguna fiebre y que marcará mi destino. Terminaré médico, por la fascinación que imprime en mí la posibilidad de curar. Tambien termino amando los árboles. Mis primeros tres años, hasta que me hago Yo, a través de la palabra, transcurren en ese club. Mis padres levantan y dan vida a la cafetería , buffet , crecido en cancha de baloncesto y gradas vacías, con banquetes y grandes cenas. Cada vez que he evocado en mí vida, esos primeros años, acuden varias anécdotas. Dos que serán imborrables. Antes de los dos años, y mirando yo a la escalera del sótano caí por ellas hasta dar con mi cabeza en el suelo, con pérdida de conocimiento, y ser encontrado al tiempo, para mi eterno seguramente, porque era habitual los espacios de tiempo sin control por adultos que llevaba mi vida. Y luego, tenía yo un triciclo, único sin dudas. Poseía una servilleta en género o varias enroscadas en donde una día hubo un asiento. La rueda delantera torcida, chueca y con pedales sin pedal, solamente el hierro que salía del eje, y por último del manubrio solo la mitad derecha, lo que solo me permite colocar mi mano derecha en el extremo y la izquierda en el centro…. Con ese triciclo y al filo de mis tres años, iba y venía, hasta que llegaba igual a la esquina. Un día decidí llegar hasta la otra, por lo que doblé y llegué hasta allí. Me detuve y con la mejor mirada de niño que me pudiera salir le decía a algún adulto si me cruzaba. Así calle tras calle, hasta llegar siete calles hacia el centro al cruce de dos grandes avenidas, donde el gran tráfico y la garita con el policía en el centro me apabullaban y comenzaba a llorar porque: estaba perdido. Con la noción de la desesperación, la gente me llevaba a la policía que estaba muy cerca y aparecía en el club nuevamente. Con el tiempo y ante la imposibilidad de sujetarme dentro del club, me llegaron a poner un cartel en la espalda que tenía mi nombre y que estaba en ese club, por lo que la gente me daba vuelta y comenzaba a regresar de mi expedición. Con el tiempo la experiencia se extiende a las tiendas de este recorrido, grandes superficies por las que entraba, daba mi vuelta por algunos pasillos y me marchaba no sin antes saludar y ser saludado por las dependientas. De la experiencia varias lecturas y emociones por sobre todo, que es lo que más me queda, no solo por derecho natural, sino que siempre que viene a mí viene y por que así lo escribo , lleno de la emoción del momento, neutro yo. Solo tengo mente al momento de la conexión para recrear el recorrido, sin que nada pase al olvido, pero siempre conecto con las emociones todas que llegan a mí desde ese triciclo. El amor , la libertad, la seguridad, la vergüenza; dependiendo de mi escape a la libertad o al regreso con los policías con el consabido bocadillo y tinto. Me hice, con la firme idea que a la policía siempre se le daba de comer, sea por su salario respecto de su riesgo o bien porque al entrar el «bocado » se ajustaba un relé en el inconsciente que aseguraba generación tras generación que la ley siempre come. Y si el cerebro registra siempre la misma acción genera la norma no escrita como cierta. Llegados al hotel traigo como equipaje el trabajo de mis padres, el despegue por lo mismo y ya conozco el castigo. En el hotel más de lo mismo, a los veranos de trabajo se le anexa una cordobesa, que viene por los tres meses a estar con los hijos de esa pareja hasta la incorporación a la cadena productiva. Recuerdo como antes del inicio de mi escolarización, ya secaba las cucharitas de aquel hotel que daba pensión completa y donde transcurrirán los primeros años de vida hasta mi adolescencia. Alternando con el campo en varios fines de semana al mes, transcurre para mí una vida de hotel; vacío en los inviernos y a tope en los veranos. Esto es tres plantas inmensas, con su patio interior al descubierto, cubierto parcialmente por la mítica parra subida por varios lados, improntan en mí como normal, inviernos con juegos de niños en un patio gigante y 44 habitaciones donde meternos, pasillos, escondites para la inclemencia del frío o aquellos días de lluvia. Frente al hotel había un solar con varios árboles, tres en el centro. Entre ellos y los eucaliptos del campo, dejan en mí la marca de treparles, a todas horas. El solar, al que siempre conocí como Baldío, comunicaba con otro, culminando en la calle siguiente, donde a 20 metros estaba la despensa. Haré cientos de mandados subiendo al primer árbol en este baldío, y por las ramas casi corriendo llegando a la otra calle. Cientos de viajes, por encima de los árboles, saludando vecinos que atravesaban en diagonal , dejando un sendero con el mismo fin. Con el tiempo esto no quedará en el campo y el solar de enfrente o el campo no serán mi único camino, se extenderá a distintos solares circundantes y a los de las aceras inclusive, treparé y treparé árboles y terminaré mis últimos años argentinos , viviendo en un bosque urbano. Estaba en mi la marca del toque del aire al cuerpo, en espacios grandes, con árboles, siendo médico, con esposa e hijo, sin otro alcohol que el del asado bien bebido. Dejando fuera de casa, fuera de mí el dolor de la tragedia, el castigo….

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